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LA EMPATÍA 

Cuando nos enfrentamos a diversas circunstancias en la vida es necesario pedir a Dios que nos de la sabiduría acerca de las decisiones que debemos tomar. Para muchos es fácil decirnos qué hacer, cómo comportarnos, cómo reaccionar, pero que tan difícil detenernos y ponernos en los zapatos de los demás, en otras palabras aprender a desarrollar empatía con el dolor de los demás.

Entiendo que cada día nos vemos enfrentados a algunos desafíos y comprendo que muchas veces no es fácil decidirnos ¿qué hacer? ¿cuál es la mejor alternativa? ¿qué es lo más conveniente? Sobre todo cuando tenemos tantas luchas internas. Es muy fácil opinar o criticar, pero es necesario entender a los demás y colocarnos en su lugar.

Algo doloroso y triste de observar es la indiferencia o falta de ética en algunas personas sobre las cuáles pesa una responsabilidad tan grande sobre la vida de los demás. Lamentablemente para muchos profesionales, las personas que acuden en su ayuda son su producto más preciado (economicamente hablando) porque se han apartado de sus principios espirituales y morales e incluso de su juramento de ética, y la necesidad de los demás solamente representa una oportunidad de lucrarse o muchas otras cosas más.

Pero la empatia nos debe llevar a pensar que quizás un día podamos estar en ese lugar y no encontremos quien nos muestre misericordia y nos convirtamos en el producto para suplir sus necesidades, triste ¿verdad? Pero ahora es la más penosa realidad. No podemos convertirnos en mercaderes del dolor de los demás. Y si por alguna circunstancia hemos caído en este plan siempre tendremos la oportunidad de amar a los demás como a nosotros mismos, tratar a los demás como quisiéramos ser tratados (la REGLA DE ORO).

Por eso comprendo que en ocasiones es doble el temor que enfrentamos, uno el temor de estar ante un mercader del dolor y dos, a nuestros miedos internos. Lo único cierto es que tenemos un Dios que comprende nuestras debilidades humanas y estoy convencida que es capaz de cambiar cualquier situación por la que estemos atravesando.

Dios puede obrar en nuestras vidas como mejor le parezca. Si la voluntad del Señor es actuar por otros medios, entonces no debemos cerrarnos a lo que él quiera hacer, porque nuestros planes no son los de Dios ni nuestros pensamientos no son los mismos de él, Isaías 55:8-9 "porque mis pensamientos no son los ustedes, ni sus caminos son los míos -afirma el Señor- Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; más altos que los cielos sobre la tierra!.

Que difícil es aprender a aceptar el tiempo y la voluntad de Dios y más cuando está a años luz de los sentimientos nuestros. Lo que si está claro, es que sus planes para nuestras vidas son de bendición y no de calamidad. Lo que Dios decida hacer siempre será a nuestros favor, porque él nos demuestra empatía cada día involucrándose en nuestros problemas.

Mi consejo es: <busquemos su voluntad mediante la oración y pidámosle que nos ayude> Derramemos nuestro corazón delante de su presencia porque "Dios no desprecia un corazón contrito y humillado", salmo 51. Y si todavía no estamos preparados emocional y espiritualmente para decidir no lo hagamos, porque tarde o temprano nos vamos a sentir culpables por habernos dejado influenciar por los demás sin estar seguros si fue o no la decisión más acertada.

Somos responsables de cada paso que damos diariamente, la gente a nuestro alrededor solamente son espectadores que miran nuestra realidad desde un plano más objetivo. Aprendamos a decir: "Señor,  muestrame el camino que debo seguir, dame consejo y cuida de mí y él lo hará".

Jesús nos mostró empatía, cuando nos dijo en Mateo 11:28-30 "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues soy apacible y humilde de corazón y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". 

En otras palabras nos dijo: ¡estoy dispuesto a cargar con todas aquellas cosas que los están afligiendo y perturbando, quiero darles descanso en medio de sus problemas, vengan a mí que yo los comprendo... Enfóquense en mis cosas y me haré cargo de las suyas!, pero para eso debemos ser apacibles y humildes.

Ximena de Camacaro, libro "El Desafío de Ser Mujer".

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